El rechazo que nos identificae

1 Corintios 4:13

…Hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo… (RV60)
Hemos llegado a ser, hasta ahora, la basura del mundo, el desecho de todo. (NBLH)

Estas palabras no son una exageración y la razón para que no sean verídicas con respecto a nosotros, que nos llamamos ministros del Evangelio, no es que Pablo olvidara su significado exacto o lo interpretara mal.

Se debe a que nos interesamos y ocupamos demasiado en nuestros propios deseos como para permitir que nos convirtamos en el desecho o escoria del mundo. «Cumplir…en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo», Col 1:24, no es el resultado de la santificación, sino la evidencia de la consagración: ser «apartado para el evangelio de Dios…», Ro 1:1.

«Amados, no os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciera», 1P 4:12. Sin embargo, si nos extraña lo que nos sucede es porque somos temerosos y cobardes. Le prestamos tanta atención a nuestros propios intereses y deseos que nos quedamos fuera del lodo, y decimos: «No me voy a someter, no me rebajaré ni me doblegaré». No necesitas hacerlo, puedes ser salvo apenas con el mínimo margen, si lo prefieres. Puedes rehusar a permitir que Dios te considere como uno que ha sido «apartado pare el Evangelio» o puedes decir: «No me importa si me tratan como la escoria del mundo con tal que el Evangelio sea proclamado». El verdadero siervo de Jesucristo está dispuesto a experimentar el martirio por la realidad del Evangelio de Dios. Cuando una persona virtuosa se enfrenta al desprecio, la inmoralidad, la deslealtad o la deshonestidad, repudia tanto la ofensa, que aparta la vista y defraudada cierra su corazón contra el ofensor. Pero el milagro de la verdad redentora de Dios es que el peor y el más vil ofensor nunca puede agotar las profundidades de su amor. Pablo no dijo que Dios lo había apartado para mostrar al hombre maravilloso en que el Señor lo podía convertir, sino «para revelar a su Hijo en mí», Gá 1:16.

Comentario

  • basura… en griego, perípsema indicaba a suciedad que alguien se quita de la ropa para limpiarla. Con este desecho, que no solo es mugre sino también ese algo totalmente insignificante, compara Pablo a sí y a los compañeros en la tarea de predicar el Evangelio.  Sucio e insignificante no en sí, sino en los ojos del mundo.
  • ¡Qué diferencia entre la comprensión que Pablo tenía de la vida del ministro y la que sostentamos hoy! Para el apóstol, ser despreciado por el público a causa de su ignorancia, era prácticamente la condición del ministerio. Para los ministros de hoy, reclamar el reconocimiento del público a pesar de su ignorancia, es algo que se entiende por sí mismo.
  • Chambers nos da a pensar sosteniendo que si no sufrimos este desprecia, es porque en realidad no hemos seguido al llamado, nos hemos conformado con la salvación, no queremos corer el riesgo de ser «mal visto» por el mundo. Sin embargo, lo único que importa es ue Dios pueda ver a Jesucristo en nosotros. Solo en este caso también seremos reflejo suyo frente al público ignorante.

 

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