Transformados por la contemplación

2 Corintios 3:18

Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu. (NVI)
Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. Y el Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen. (NTV)

La característica más sobresaliente de un cristiano es esta abierta franqueza ante Dios que le permite convertir su vida en espejo para otras personas. Cuando el Espíritu Santo nos llena, somos transformados y, cuando contemplamos la gloria del Señor, nos volvemos espejos. Siempre puedes saber cuando una persona ha estado contemplando la gloria divina porque sientes en lo más íntimo de tu espíritu que refleja el carácter propio del Señor. Cuídate de lo que puede empañar ese espejo en ti, lo cual casi siempre es algo bueno: algo bueno, pero no lo mejor.

La regla de oro para tu vida y la mía es que nos concentremos en mantener nuestra vida abierta para Dios. Haz a un lado todo lo demás, vestido, alimento, todo lo que hay en el mundo. El ajetreo de los otros asuntos siempre tiende a opacar nuestra concentración en Dios. Debemos mantener una posición de contemplación a Él, conservando nuestra vida entera totalmente espiritual. Deja que lo demás vaya y venga, que las personas te critiquen como quieran; pero no permitas que nada opaque «la vida que está escondida con Cristo en Dios», Col  3:3. Nunca dejes que los afanes interrumpan tu relación de permanencia en Él. Y aunque resulta fácil permitirlo, debemos tomar precauciones para que no ocurra. La lección más difícil de la vida cristiana es aprender cómo mantenernos contemplando como en un espejo la gloria del Señor.

Comentario

  • ha sido quitado el veloanakalýpto es desvelar, descubrir. Es obvio el contexto del pasaje, habiéndose referido a Moisés y el pueblo de Israel, que siguen teniendo puesto el velo. Y con tal velo, es claro, jamás se puede ni ver ni reflejar la gloria de Dios que ilumina hacia adentro solo si también le permitimos iluminar hacia afuera y al revés.
  • Si el mejor esfuerzo, el acto más noble y generoso que hagamos, es una actuación externa y no el reflejo del Señor en nosotros, ¡para nada nos sirve! Y la más íntima oración o el más alto grito de júbilo, aplauso incansable, danza o salto, tienen algún valor en demostrar a Dios nuestra devoción si no la reflejamos hacia el próximo.
  • Chambers insiste en que somos llamados a hacer el papel de espejo, reflector de Dios hacia el mundo. Por esto mismo, el espejo no debe oscurecerse con asuntos terrenales, preocupaciones, distracciones. Ni siquiera habla del pecado… no, todo lo que hace desviarnos de la contemplación del Señor, ya nos priva de su gloria.

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