Debo acordarme de lo que Dios se acuerda

 Jeremías 2:2

Así dice el SEÑOR: «De ti recuerdo el cariño de tu juventud… (NBLH)

¿Soy ahora tan cariñoso con Dios, de una manera espontánea, como solía serlo? ¿O sólo estoy esperando que Él me manifieste su cariño? ¿Todo en mi vida llena su corazón de alegría o constantemente me quejo porque las cosas no suceden como yo quiero?  Una persona que ha olvidado lo que Dios guarda como un tesoro en su memoria no podrá estar llena de gozo. Es maravilloso recordar que Jesucristo tiene necesidades que nosotros podemos suplir: «Dame de beber…», Jn 4:7. ¿Cuánto cariño le demostré a Él la semana pasada? ¿Mi vida ha sido un buen reflejo del honor del que Él es digno?

Dios le está diciendo a su pueblo: «Ahora ya no estás enamorado de mí, pero me acuerdo del tiempo en que lo estabas». Y también declara: “De ti recuerdo… el amor de tu desposorio», Jer 2:2, LBLA. ¿Estoy tan lleno de un amor rebosante por Jesucristo como al principio, cuando me aparté de mi camino para demostrarle mi devoción? ¿Él me descubre rememorando los días en que mi único afecto era por Él? ¿Esa es mi situación actual, o he escogido la sabiduría del hombre por encima del verdadero amor a Él? ¿Me encuentro tan enamorado que no tomo en consideración hacia dónde Él me guiará, o aguardo para ver cuánto respeto consigo en tanto que mido la cantidad de servicio que debo concederle?

Cuando recuerdo lo que Dios recuerda sobre mí, también es posible que comience a darme cuenta de que Él no es lo que solía ser para mí. Cuando esto ocurre, debo permitir la vergüenza y humillación que se generan en mi vida, pues ellas dan lugar a la tristeza que es conforme a la voluntad divina y «la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento…», 2Co 7:10.

Comentario

  • Las relaciones humanas afectivas tienen algo en común: son inestables. Frecuentemente, nuestros sentimientos sucumben ante lo que conocemos como ‘la rutina’, y comenzamos a buscar cada vez nuevas muestras de afirmación cariñosa de parte del otro para sentirnos motivados.
  • Este enfriamiento es causa de tristeza cuando surge entre personas. Cuando ocurre en nuestra relación con Dios, es una desgracia terrible. Como Chambers dice; Dios recuerda lo que el hombre ya ha olvidado. La adoración con la que le mirábamos, en conciencia de la absoluta indignidad nuestra frente a la excelencia absoluta del Señor. Jamás hay razones de sentir diferente. Al contrario, al acercarnos más, nuestra devoción se profundiza..
  • Si esto cambió; si hemos llegado a caer en la trampa de reclamar por derecho el cariño paternal de Dios y sus bendiciones; si la confianza en el amor de Dios nos llenó de soberbia hasta tratarlo como servidor nuestro; entonces sería bueno recordar quiénes somos, quién es Él y que su gracia sigue siendo gracia:  totalmente inmerecida.

 

 

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