Juan 13:36
Simón Pedro le preguntó a Jesús: —Señor, ¿a dónde vas a ir? Jesús le respondió: —Ahora no puedes venir conmigo. Pero después sí vendrás. «…Y dicho esto, añadió: Sígueme…» Jn 21:19. (TLA)
Tres años antes Jesús había dicho: Venid en pos de mí (Mt 4:19), y Pedro lo había seguido sin dudarlo un instante. El irresistible carisma de Jesús lo envolvía y no necesitaba que el Espíritu Santo le ayudara a seguirlo. Después llegó al punto de negarlo y su corazón se quebrantó. Entonces, recibió al Espíritu Santo y una vez más el Señor le dijo: Sígueme. Ahora Pedro se encontraba solo delante del Señor Jesucristo. El primer sígueme no implicaba ningún misterio, era un seguimiento externo. Sin embargo, ahora Él le está pidiendo sacrificio y rendición en su interior (Jn 21:18).
Entre estos dos momentos, Pedro había negado a Jesús con juramentos y maldiciones (ver Mt 26:69-75). Pero, luego llegó por completo al fin de sí mismo y de toda su autosuficiencia. No había ninguna parte de su ser en la cual volver a confiar. En su mísera condición finalmente estaba listo para recibir todo lo que el Señor resucitado tenía para él. Y al decir esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20:22). No importa qué cambios haya hecho Dios en ti, nunca te fíes de ellos. Confía solamente en el Señor Jesucristo y en el Espíritu que Él da.
Todas nuestras promesas y determinaciones acaban en una negación, porque no tenemos el poder de cumplirlas. Cuando llegamos al final de nosotros mismos, no sólo mentalmente sino por completo, podemos recibir el Espíritu Santo. La idea detrás de estas palabras de Jesús es la de una invasión. Ahora solamente hay uno que dirige el curso de nuestra vida: el Señor Jesucristo.
Comentario
- La vida cristiana transcurre entre los dos estados de Pedro y este no es el problema. El problema surge cuando quedamos anclados en el estado del comienzo, o empezamos a progresar, pero permanecemos paralizados en algún lugar del camino porque seguimos confiando en nuestro propio dýnamai (soy capaz).
- Seguir a Jesús porque es nuestro Salvador, no es muy difícil. Seguir a Jesús hasta donde él fue, es decir, a la cruz, parece un gran avance, pero hasta el martirio puede ser una manifestación de la carne, si es producto de una alta auto estima. Sin embargo, Chambers nos muestra que lo que Dios busca encontrar es nuestra crucifixion interior.
- ¿Iré, pues, a la victoria porque proclamo a Cristo donde vaya, o porque me levanto una hora más temprano y la paso en intercesión? ¿Porque le aplaudo más o me expongo a ser insultado por su causa? Todo esto es muy recommendable cuando seguimos a Jesús, pero mientras no sepa que nada de lo que haga es suficiente, él me dirá: «…todavía no estás listo». Los seguidores que pueden permanecer con Jesús hasta el final no son los que estiman tener o hacer algo a su favor… son los que saben que Jesús es lo único que tienen.