La voz de la naturaleza de Dios

Isaías 6:8

Después oí que el Señor preguntaba: «¿A quién enviaré como mensajero a este pueblo? ¿Quién irá por nosotros?». —Aquí estoy yo —le dije—. Envíame a mí. (NTV)

Cuando hablamos del llamado de Dios olvidamos lo más importante, es decir, la naturaleza de quien hace el llamamiento. En la actualidad, muchas cosas nos están llamando a cada uno de nosotros.

Atenderemos algunos de estos llamados y otros ni siquiera los vamos a oír. El llamamiento es la expresión de la naturaleza de Aquel que llama y únicamente lo podemos reconocer si esa misma naturaleza se encuentra en nosotros. El llamado de Dios expresa su esencia, no la nuestra. Dios teje de manera providencial los hilos de su llamado a través de nuestras vidas y sólo nosotros podemos distinguirlos. Como es el tejido de su voz, directamente para nosotros y sobre un asunto en particular, es inútil pedir la opinión de otra persona. Los tratos con respecto al llamado de Dios deben mantenerse exclusivamente entre nosotros y Él.

El llamamiento de Dios no es un reflejo de mi naturaleza; mis deseos y temperamento no son tenidos en cuenta. Mientras insista en mis propias cualidades y los rasgos de mi carácter, y piense en aquello para lo cual soy apto, nunca oiré el llamado divino. Pero cuando Dios me lleve a una correcta relación con Él, me encontraré en las mismas condiciones que Isaías. Su alma estaba tan acorde con Dios, debido a la gran crisis que acababa de soportar, que el llamado divino traspasó su alma. Como la mayoría de nosotros sólo podemos oírnos a nosotros mismos, no podemos escuchar nada de lo que Dios nos dice. Sin embargo, ser conducidos al lugar donde podemos oír su llamado significa ser profundamente transformados.

Comentario

  • Para que respondamos de manera espontánea al llamado de Dios es necesario que primero lo escuchemos. Como dice Chambers, solo si tenemos plena conciencia quién es el que llama, nos sera possible escucharlo. Oír la voz de Dios, no la voz de nuestras propias inclinaciones, vocaciones, deseos y deliberaciones cautelosas.
  • Pero si demasiadas veces solo escuchamos a nuestra propia persona, el llamado quedará sin respuesta. Se dice: «Dios llamó a aquel, no a mí», cuando lo que ocurre es que somos sordos espirituales. Pretendemos amar la Palabra, pero solo estamos ávidos de cobrar sus promesas y nos olvidamos por complete del sentido verdadero de la revelación.
  • Mientras enfoquemos a nuestra vida como algo que nos pertenece y sobre lo que tenemos derecho de disponer, tal vez percibamos un eco de la voz que llama… sin embargo,  nuestra razón de ser no se cumplirá por complete; no habremos participado en los designios del Señor.

 

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